martes, 1 de octubre de 2013

Epifanía de un runner

Epifanía de un runner


La verdad es que cuando sales a correr  aunque planifiques todos los detalles, siempre hay algo que te puede sorprender.  Desde aquel runner  que deja todo listo desde el día anterior hasta el hippie del asfalto (allí me inscribo) que hace esto sin más afán que por el mero gusto y las sensaciones que te llegan.  Sin embargo, unos y otros podemos tener siempre capítulos que no te esperas.

 Los hay poco gratos como la rama o la piedra con la que te tropiezas, o si eres de los que corres con música  de pronto se te descarga tu ipod (que es poco más o menos que quedarte sin gasolina) o que tal vez un día no rendiste como querías, pero hay otro tipo de cosas maravillosas que te sacan de lo que para algunos puede llegar a convertirse en una rutina como es tu plan de entrenamiento y la concentración que el mismo requiere. ¿Es esto malo?  Creemos que no. Correr es como la vida misma y lo mejor de ésta es dejarte sorprender. Resulta que vas  al 80 por ciento de tu frecuencia cardíaca y justo cuando subes la mirada buscando el aliento que necesitas te encuentras con los primeros rayos de un sol anaranjado que te hace sonreír. O quizás estás de suerte porque  el “aleatorio” de tu reproductor de música te colocó justo en ese preciso momento tu tema preferido. Ese “combo” del amanecer y tu mejor canción juega a tu favor porque en ese instante sientes que la “sangre te hierve” y tus pies se hacen más ligeros. Ya no corres porque la sensación es que estás flotando. Es la vida potenciada. Es un momento mágico e irrepetible. Una epifanía en la que se conjuga lo físico, lo mental y me atrevería a decir que incluso lo espiritual. Te sientes más vital que nunca, llegas a oler la grama y el montón de mariposas que normalmente revolotean y a las cuales no les prestas atención hoy  hacen una danza sólo para ti.  Das gracias porque hay algo en el fondo de tu corazón que te apunta que “nunca podrás estar mejor” que en ese efímero minuto. Sí, vendrán otros, pero  ese día, esa mañana, ese entrenamiento que estaba planificado como “otro más” para conseguir tu objetivo se transformó en un capítulo que te dejará la sensación que aunque no seas un atleta de grandes tiempos no importa porque igual naciste para correr.

Tomado de Soy Maratonista